Habitualmente detrás de
las situaciones de exclusión social se suele encontrar la falta de
recursos económicos, aunque no siempre muchas veces este es el
elemento determinante que ha generado o genera la desconexión, la
desvinculación social. Nuestras sociedades se han ido haciendo
complejas, menos ordenadas y estructuradas socialmente. De algún
modo, para determinados segmentos de la clase trabajadora es más
fácil ahora que antes escalar en la pirámide de posiciones
sociales, o cambiar en pocos años situaciones de carencia o de falta
de recursos económicos que se habían prolongado por generaciones.
Pero también es cierto
lo contrario, es decir, que personas o grupos sociales que
tradicionalmente habían gozado de buenas condiciones de vida, o que
por estudios y puesto de trabajo se sentían muy seguros en su
posición, vean ahora crecer las sensaciones de incertidumbre, de
vulnerabilidad, o entren coyuntural o estructuralmente en situaciones
de exclusión y de falta de recursos para sobrevivir dignamente. A su
vez, esas nuevas incertidumbres y dinámicas de exclusión se abren
todavía más en relación al alargamiento de los ciclos vitales, y
las situaciones de dependencia que se generan en edades avanzadas.
Asimismo, también surgen de los grandes movimientos migratorios que
afectan a muchísimos países y que generan situaciones de
precariedad en las condiciones de ciudadanía más allá de las
concretas condiciones de formación o incluso de recursos económicos
de que se disponga.
Así pues, no toda
exclusión social deriva de la falta de recursos económicos, aunque
siga siendo cierto que toda persona que sufra una situación de
pobreza presenta muchas más posibilidades de caer en una espiral de
desconexiones y déficits de ciudadanía que una persona cuya
situación económica sea desahogada. En este sentido, el término
exclusión social resulta útil para expresar un conjunto pluriforme
de situaciones de carencia económica, relacional, habitacional,
administrativa, etc. que son cada vez más habituales en nuestras
sociedades, y que nos hablan de recuperar un sentido integral de la
humanidad, de la condición de persona, de ciudadano. Así pues, con
el concepto de exclusión social queremos abarcar y recoger aspectos
de desigualdad propios de la esfera económica, pero también de
muchas otras que pueden ser tan o más importantes que ésta en la
determinación de los procesos de exclusión observados.
La situación de
inclusión o exclusión social viene determinada por factores de
naturaleza no exclusivamente económica. Por ello, aunque aumente la
riqueza de un territorio, la situación de exclusión puede no
evolucionar en el mismo sentido si no va acompañada de avances en
otros ámbitos. De hecho, el aumento de la riqueza va frecuentemente
acompañado de un incremento de las desigualdades sociales, como ha
sucedido en Europa.
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